Autora: Célia Xavier Camargo
El pase
Pitoco estaba enfermo y vivía por los rincones, triste e desanimado. Rechazaba toda e cualquier alimentación y adelgazaba cada día.
Pitoco es el perro querido de la pequeña Margarida, de sólo seis años de edad. Él tiene el pelo castaño con manchas de color crema, ojos vivos y brillantes, es alegre y le gusta pasear.
Ahora que estaba enfermo, ni pasear más con Margarida quería él.
La niña estaba muy preocupada con Pitoco porque cada día estaba él peor.
Aquel día, la madre invitó a Margarida para ir de noche a la reunión del centro espírita, cuando habría una conferencia.
— ¿Puedo también orar por Pitoco? — preguntó la niña.
— Claro, querida.
En aquella oportunidad, el tema evangélico fue sobre el “Pase”. Margarida, a pesar de su poca edad, oyó con mucha atención todo lo que el expositor habló.
Así, quedó sabiendo que el pase es una transmisión de energías, una donación de amor en que, orando a favor de alguien necesitado, se puede ayudar a la persona en la recuperación de alguna enfermedad.
Después de la conferencia, Margarida tomó pases, observando todo, muy seria y concentrada.
Al llegar a casa, tomaron una ligera cena antes de acostarse, como siempre hacían. Enseguida, la madre llamó a Margarida para dormir, pero no obtuvo respuesta.
Buscó a la hijita por toda la casa y no la encontró. Hasta que notó que ella estaba en el patio, junto a Pitoco.
Curiosa, se aproximó y vio a Margarida con los ojos cerrados, las manos sobre la cabeza del perrito, orando con fervor:
— ¡Querido Jesús! Ayuda a Pitoco para que él se recupere y pueda volver a comer y ser alegre. A mí me gusta mucho él y quedo triste cuando él está triste. Sé que él va a sanar porque confío en el Señor, y el orador dijo hoy en la conferencia que, si la gente ora con fe, consigue todo aquello que desea. Voy a quedar muy contenta y agradecida si el Señor atiende a mi pedido. ¡Gracias, Jesús!
La madre se enterneció con la súplica de la hijita. También ella estaba preocupada. Si Pitoco muriera, Margarida iba a sufrir bastante.
Notando a la madre allí cerca, la niña sonrió confiada y explicó:
— Estaba aplicando un pase a Pitoco, como yo aprendí. Él va a quedarse bueno después, mamá — afirmó con convicción.
Y, para alegría general, al día siguiente Pitoco presentó sensibles mejoras. Comenzó a comer y ya estaba más animado, moviendo el rabito y ladrando, satisfecho.
Tres días después, él estaba completamente curado, y salió a pasear con su pequeña dueña.
La madre de Margarida, viendo la rapidez con que la niña había aprendido lo que había oído en el centro, entendió que no podría perder la oportunidad de dar lo mejor a su hija, pasando a llevarla a la aulas de evangelización infantil en la casa espírita.
Como aprendió la pequeña Margarida, así también ocurre con nosotros en la vida. Si tuviéramos la fe del tamaño de un grano de mostaza, conseguiríamos realizar todo lo que deseamos, conforme enseñó Jesús.
Podremos ayudar, no sólo a nosotros mismos, sino a todos los que estén necesitados. Basta que tengamos buena voluntad para servir y mucho amor en el corazón para dar.
TIA CÉLIA
Mensaje traducido por ISABEL GONZÁLEZ-España