Misterios de Roraima
Los Discos Solares y los Guardianes del Mundo Subterráneo
A pesar de que es uno de los lugares más fascinantes del mundo, lleno de
misterios y fenómenos sin resolver, Roraima es un enclave poco conocido para
muchos investigadores de lo oculto. Aunque nuestra expedición nos llevaba a
esa montaña sagrada por motivos muy diferentes, aprovechamos nuestra
instancia allí para reunir información sobre sus enigmas. Y una tremenda
sorpresa nos llevamos. En este artículo, procuraré resumir el secreto que protege
este inquietante punto de poder de Venezuela.
El objetivo primordial de nuestro viaje
El 24 de febrero de 2001, en una extraordinaria experiencia de contacto físico que
se desarrolló en el desierto peruano de Chilca, se me permitió abordar una nave
extraterrestre y acompañar a su tripulación a una base orbital oculta detrás de la
Luna. En este encuentro programado se me habló de una “Red del Tiempo”, un
conjunto de 13 discos de poder que se hallaban repartidos en toda la franja
americana y Antártida. Aunque sabíamos de la existencia de un disco dorado en
Paititi, la ciudad perdida inca, en ese momento no teníamos mayor información
sobre esa “red” de herramientas cósmicas que, supuestamente, se habrían
construido en la Tierra miles de años atrás. Se nos explicó entonces que su
“función” estaba conectada con los cambios de la magnetosfera terrestre, y el
tránsito de nuestro planeta a una dimensión superior, al Real Tiempo del
Universo, como dicen los extraterrestres, un evento cósmico que parece hallarse
relacionado al mensaje de la profecía maya de 2012. Desde que recibimos esta
información en febrero de 2001, muchos nos embarcamos en profundizar su
aporte, haciendo nuevas consultas en comunicación, viajando a los puntos donde
estarían los discos e investigando la historia de los lugares. Fruto de esa labor,
que comprometió a mucha gente de varios países ―todos testigos de
importantes experiencias durante el proceso― se pudo confirmar la lista de
puntos que habían mencionado los Guías extraterrestres. Para el año 2004, la lista
de los discos y sus ubicaciones estaban ampliamente difundidas, y en marzo de
2005, en mi sitio web, se publicó uno de los informes con la síntesis de toda la
información reunida.
Ver: http://www.legadocosmico.com/red.htm
De todos los discos que conforman aquella maravillosa Red del Tiempo, el único
que no había sido “visitado” o trabajado era el que correspondía a Roraima.
Diversas comunicaciones recibidas a través de la psicografía hablaban de la
importancia de ir allí. Sin embargo, la “coordenada” recién apareció desde que
vivimos la experiencia del Portal de Shambhala en el desierto de Gobi, el 8 de
agosto de 2007. Nuestra incursión en Mongolia había precipitado, de alguna
forma, el paso que daríamos en Venezuela. Así, dos años más tarde, el 8 de
agosto de 2009, teníamos que hallarnos en el Gran Tepuy para conectar con la
energía del disco de Roraima.
De acuerdo a los Guías, la presencia humana en determinadas circunstancias
“afecta” y “activa” a los discos. En otras palabras, más que complicados trabajos
espirituales, la verdadera labor era ir hacia esos lugares, una suerte de
peregrinación que pudiera movilizar energías en torno a esas herramientas que
parecen tener vida propia. Además, al hallarnos en el área sagrada donde está
emplazado un disco, se puede acceder a importante información.
Cuando todo empezó a tomar forma los integrantes de la expedición pedimos
confirmaciones concretas para el viaje a Roraima en el 8 de agosto. Y las tuvimos.
En mi caso, recuerdo que estaba por viajar a México, y en una meditación pedí a
los Guías extraterrestres un avistamiento que pudiera filmar a pleno día, como
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señal de que ellos estaban con nosotros monitoreando todo lo que venía para este
año 2009. Y hallándome en el DF mexicano, antes de empezar un taller sobre
“Encuentros Cercanos”, un objeto metálico, como una esfera o balón, se estacionó
sobre nosotros esa mañana del 21 de febrero de 2009. Entonces, sin acordarme de
mi pedido, tomé mi videocámara, y grabé el objeto, que empezó a moverse en
contra del viento y las nubes hasta desaparecer. Días más tarde, volví a filmar
una sonda o Canepla cuando veníamos de visitar el yacimiento maya de
Palenque. Ambos vídeos se pueden ver en la sección “Galería” de mi sitio web o
en Youtube. Sólo cuando volví a la Argentina asocié los avistamientos con el
“pedido” que había hecho antes de volar a México. Pero eso no sería todo. Más
tarde, en Perú, hallándome con un grupo internacional en la Puerta de
Hayumarca, se daría una nueva experiencia. En ese momento nos
encontrábamos realizando una práctica de conexión con el lugar. Uno a uno los
miembros del equipo, procedentes de varias ciudades de México, Chile,
Argentina, España, Francia, y hasta Kenia, apoyaron su frente y sus manos en el
dintel de roca que, según los lugareños, actúa como un portal hacia otra realidad.
Y también como “Oráculo”. Al final ingresé yo. Y cuando estuve allí pedí
asistencia a los Maestros de la Hermandad Blanca para nuestro viaje a Roraima
en Venezuela. Entonces me dijeron mentalmente:
“¿Necesitas una confirmación adicional de nuestro apoyo? Cuando regreses al hotel, la
tendrás”.
Honestamente, me resultó muy peculiar este mensaje. De todas formas antes de
salir de Hayumarca lo comenté con el grupo, especialmente con nuestra querida
amiga Toni Vázquez de Querétaro. Pensaba ―debo confesarlo― que llegando al
hotel, ubicado a las afueras de la ciudad de Puno, frente al Lago Titicaca,
tendríamos un avistamiento o algo así. Pero me equivoqué. La “confirmación”
sería mucho más interesante.
Ni bien llegamos al hotel, un bus se estacionaba con un contingente de visitantes.
Todos venían de Venezuela… Entonces Toni se me acercó y me dijo: “Mira tú,
que vas a Venezuela, ¡y llega un bus con venezolanos!”. Uno de ellos se me
acercó luego y me preguntó si era “Ricardo González”. Me hablaba Maykert
González ―sí, tenía mi mismo apellido― un expedicionario que lidera un
importante centro de viajes espirituales en Caracas. Ellos me habían escrito hacía
un tiempo para invitarme a Venezuela para dar conferencias, pero habíamos
perdido contacto. ¡Terminamos encontrándonos en Puno! Inmediatamente me
ofreció toda la ayuda posible para nuestro arribo a Caracas y la conexión con
Santa Elena de Uairén, pueblo próximo a los tepuyes. Por otra “causalidad”,
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Maykert conocía a Roberto Marrero, nuestro contacto en Santa Elena para
montar la expedición. Ello facilitó mucho las cosas para las coordinaciones entre
ambos lugares. El mensaje de Hayumarca se había cumplido esa misma noche en
el hotel… Gracias a Maykert, y su equipo de “Recreación del Ser”, pudimos
resolver toda la logística de nuestro viaje, traslados, hospedaje, y lo que hiciera
falta. Ninguno de nosotros había visitado antes Venezuela. Pero no fue necesario,
Maykert ―con la mano de los Guías detrás, sin duda― se encargó de hacernos
sentir como en casa. De la misma forma Roberto Marrero en Santa Elena.
Increíble cómo se dieron las cosas… Mis compañeros de viaje, Isabel Cabral de
Honduras, Carina Marzullo de Argentina y Raymundo Collazo de EE.UU.
tendrían también sus propias y especiales experiencias para acudir a la cita en el
Gran Tepuy.
El grupo de viaje que trabajó en la Puerta de Hayumarca, Puno, Perú
Finalmente el 8 de agosto estuvimos en Roraima, y pudimos hacer un profundo
trabajo de conexión con el disco. Logramos el objetivo. Pero ello no fue todo. De
la mano de los indios pemones que conocen el lugar, las investigaciones de
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Roberto Marrero, y lo que nosotros mismos pudimos observar allí, reunimos
importante información sobre lo que significa realmente Roraima.
Procuraré resumirlo en las líneas que siguen.
Un lugar muy antiguo y secreto
Roraima, o “Roroima”, como también se lo conoce, es uno de los principales
tepuyes que se alza en el Parque Nacional de Canaima. Su nombre, de acuerdo a
los indios pemones, significaría “Madre de las Aguas”, quizá porque desde su
cima, a más de 2,000 metros de altura, caen varias cascadas. Es un lugar muy
antiguo, que se remonta a los tiempos de Pangea, el continente global que luego
se fraccionó para dejar al mundo tal y como lo conocemos. Varios científicos
piensan que Roraima fue un punto de esa “fractura”, remontándose al
Precámbrico, es decir, hace unos 2,000 millones de años. Por ello se lo señala
como uno de los lugares geológicamente más antiguos del planeta. Además, su
figura imponente y el ecosistema que lo rodea inspiraron a Sir Arthur Conan
Doyle para escribir su clásica novela de aventuras “Mundo Perdido” (1912). Y el
lugar no dista mucho de lo que Doyle creyó ver en él: es un enclave sumamente
misterioso. No hacen falta los dinosaurios que creó el escritor británico para
impresionarse con Roraima. Su figura, como la de su “hermano” Kukenán,
llaman la atención en medio de la selva venezolana. Está lleno de cascadas,
cuevas, cristales de cuarzo y, como era de esperarse, de constantes avistamientos
de ovnis. Roberto Marrero nos confirmó todo ello, situación que le motivó a
trazar un mapa que describiera los puntos de mayor incidencia de avistamientos
en toda la gran sabana y los tepuyes. A través de nuestra amiga Carmencita
Padrón, una reconocida actriz venezolana de telenovelas, que trabajó también en
su momento en conocidas producciones en Perú (“Saña”), el “mapa” de Marrero
llegó a manos del periodista español Juan José Benítez, quien se interesó mucho
por visitar la zona. Allí nos enteramos que nuestros amigos Alberto y Priscila, de
los grupos de Miami, y nuestra querida Juani de Santos de Lima, habían estado
hacía sólo un mes en el lugar recorriendo la Gran Sábana. Lo hicieron por
intermedio de Marrero. Nosotros, por alguna razón, terminamos también con él.
Marrero es un estudioso del tema ovni desde hace muchos años, y ha venido
recopilando información sobre Roraima y los fenómenos que allí se han
suscitado. Entre ellos, uno de lo más inquietantes involucra a un indio pemón
que afirmó haber sido “llevado” por un objeto de “cristal”, tripulado por seres
altos, de rasgos bellos y cabellos largos. Aquellos seres le condujeron al interior
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de los tepuyes, mostrándole importantes bases subterráneas que debían
mantenerse ajenas de la mirada curiosa del hombre de superficie. Si la
experiencia fue auténtica, tiene sentido que el depositario del mensaje sea un
indio pemón, pues ellos actúan como guardianes de los tepuyes.
Los tepuyes son mesetas extremadamente abruptas, con paredes verticales y
cimas prácticamente planas. Aunque se encuentran en toda el área que
comprende la frontera norte del río Amazonas y el Orinoco, Roraima y Kukenán
en Venezuela son los más famosos. Los pemones observan aquellas moles con
respeto… ¿Realmente un indio fue llevado en una nave “no humana” al interior
de ellos? Al menos, ése es su testimonio, que parece estar avalado por una
importante presencia de “luces” que se suelen ver en el lugar.
El ascenso
El grupo de viaje en Paratepui, a punto de iniciar la caminata. Atrás, la silueta del Roraima.
Para llegar a Roraima se debe partir desde Paraitepui, población a 50 Km. de
Santa Elena. Allí se acaba el camino para nuestra camioneta 4x4. Es el momento
de colocarse las pesadas mochilas a las espaldas y caminar tres días para
aproximarse a la montaña sagrada. El camino está bien definido, aunque se torna
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difícil en los ascensos, más aún bajo un calor aplastante. Cuando llegamos al Río
Tek, lugar de descanso antes de continuar hacia la gigante figura del Roraima,
nuestras piernas empiezan a quejarse por el esfuerzo. Un esfuerzo que vale la
pena. En la medida en que uno va caminando, la presencia del Roraima y el
Kukenán se hacen más imponentes y hechizantes. Desde Río Tek la vista es
inmejorable. Una vez allí, recuerdo que observamos un arco de energía que
parecía manifestarse detrás del campamento. Pero no era nada sobrenatural. La
humedad propia del lugar y la luz del día generó ese “efecto de arco”. Luego se
pudieron ver los colores del Arco Iris. No en vano los pemones dicen que el Sol
nace en Roraima. Y ciertamente es así. Lo vimos en el amanecer. Los rayos del
astro rey parecen salir de la gran mole de roca que pretendíamos vencer.
Continuamos con el camino y cruzamos el río Kukenán, que se forma en el
Tepuy del mismo nombre que se alza al lado de Roraima. Curiosamente, a pesar
de que es tan bello e impactante como Roraima, casi nadie se atreve a subirlo. El
Kukenan espanta a muchos aventureros. Hasta los pemones le tienen miedo. En
breve explicaré qué sucede con ese lugar.
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Luego del río Kukenán, continúa la caminata hacia el “Campamento base”, que
se ubica en las mismísimas faldas del Roraima. Allí descansaríamos antes de
retomar el ascenso al día siguiente.
En honor a la verdad, en la medida en que uno se va acercando a Roraima, se
experimenta una extraña sensación que va más allá de la belleza del paisaje y de
cualquier predisposición. Se trata de una energía que se siente. Inevitablemente,
me recuerda otros enclaves que visité, como Mount Shasta en California, el
Mecanto de las selvas de Paititi o el propio Lago Titicaca. Todos ellos lugares
que, también, tendrían uno de aquellos discos de poder que protege la
Hermandad Blanca. Toda nuestra experiencia en aquellos sagrados lugares, tanto
a nivel físico como espiritual, fue de mucha ayuda para sobrellevar bien el viaje y
adaptarnos a la caminata y al ascenso. Por momentos era como estar en las selvas
de Paititi. La parte final fue como el ascenso a Marcahuasi ―aunque con menor
altura que los andes peruanos, pero no menos exigente―; y allá arriba, en lo alto
del tepuy, tendríamos elementos que nos harían recordar nuestra expedición a la
Cueva de los tayos. Al igual que el enclave de Ecuador, Roraima está
íntimamente conectada al mundo subterráneo. No sólo por la formación
geológica que ha creado grandes cavidades en su interior, sino por la existencia
de seres que protegen esos túneles y que, a decir de los indios pemones,
eventualmente asisten a los exploradores…
Una caverna en el Gran Tepuy
Finalmente, luego de un ascenso empinado, llegamos al “paso de las lágrimas”,
un área peligrosa debido al agua que cae, con fuerza, desde dos pequeñas
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cascadas del Roraima. Como es de suponer, esto hace del sendero una trampa
perfecta para el caminante desprevenido, que puede resbalar y lastimarse. Es
como subir por una suerte de rampa pedregosa, accidentada y siempre en
ascenso, por momentos definida sobre “peldaños de piedra”, pero en la mayor
parte del trayecto una huella en ruinas que exige de la ayuda de las manos para
asirse de alguna rama de árbol o roca. Pero lo sorteamos muy bien. Y lo
disfrutamos.
Empapados, luego de pasar por esta verdadera purificación ―y necesitábamos
urgente una ducha― arribamos a la meseta del gran tepuy, una imagen
alucinante que me hizo viajar rápidamente a Marcahuasi en Perú, pues el
panorama allí en lo alto, gigante, rocoso, y misterioso, es escandalosamente
similar: formas caprichosas en las rocas debido a la erosión, el color de la piedra,
el cielo, la energía, todo, me hacía viajar a ese lugar maravilloso en los Andes que
tantas experiencias de contacto nos entregó. Fue una bella sensación hallar un
escenario tan parecido, aunque mucho más impresionante en dimensiones.
Roraima es un lugar fuera de serie. Como decía, evoca a Pangea, el primer
continente, pues de allí se “fragmentó”. Es una zona antiquísima que podría
encerrar muchos secretos de la Tierra. Como si se tratase de una torre, Roraima,
además, actúa como “puesto de observación” al alzarse a casi 2,800 metros,
siendo el punto más alto en un radio de 549,44 kilómetros. La vista que tuvimos
desde allí de la gran sabana fue impagable. Valió la pena subir con nuestras
pesadas mochilas a este “altar de los dioses”.
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En nuestra aventura, íbamos acompañados de tres indios pemones, expertos
conocedores de los tepuyes y sus recovecos. Solo hablaban inglés, pues venían de
la Guyana para trabajar como porteadores en el lado venezolano, donde su etnia
también se encuentra. Debo decir que nos tocó el grupo pemón más místico y
especial que podríamos haber deseado. Al retomar la caminata en la gran
explanada del Roraima ―nuevamente con mochila a la espalda― un penetrante
silencio nos envolvió. Moverse allí es como estar en un santuario. Su atmósfera es
evidente y hechiza a todos. Realmente se siente. Contagia e induce a la
meditación. Así, bajo la guía de los pemones, nos dirigíamos hacia la “Cueva de
los Guácharos”, una entrada al sistema de túneles que posee el tepuy. Nuestra
intención era entrar en la caverna y dormir allí. Los indios nos habían hablado de
ella sorprendiéndonos ni bien llegamos a Santa Elena de Uairén. Y no tomamos
esto como un accidente, pues “sabíamos” internamente que allí debíamos ir…Un
detalle curioso fue que al llegar a la cueva luego de la larga caminata, no
encontramos actividad de los mencionados guácharos en su interior. “Ahora no
están, migraron a otra cueva”, nos dijo “Alex”, nuestro guía pemón con claro
acento británico. Ese momento fue como revivir la expedición a la Cueva de los
Tayos, ya que en el 2002, cuando descendimos a las oquedades de aquel
misterioso enclave en las selvas del Ecuador, los tayos ―la misma especie de
aves que los guácharos de Venezuela― no se hallaban, se habían marchado
momentáneamente. ¿Había acaso otra “presencia” que desplazó a las aves?
Sin pensarlo mucho entramos en la cueva y
avanzamos un poco. No nos adentramos
demasiado, pero lo suficiente como para
dejar la luz del día. El túnel, dicen, tiene
cientos de metros de longitud, y se une a
otra red subterránea que serpentea dentro
de Roraima. Así, nuestras linternas se
abrieron paso a través de un accidentado
acceso que nos llevó hacia espacios más
amplios, llenos de grietas, “ventanas” y
abundante agua al alrededor. Finalmente
“acampamos” en una de esas cavidades
(ver foto a la izquierda), un lugar que nos
hizo recordar “El Domo” de la Cueva de
los Tayos. Y al igual que la galería que
usamos de “base de operaciones” en
Ecuador, en la cueva de Roraima también contaríamos con una pequeña cascada,
para ser más exacto, un grueso chorro de agua que caía con fuerza dentro de esta
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maravilla de la naturaleza. Pero lo más interesante no fue ello: se sentía una
presencia. Era como si alguien nos estuviese observando. Fue una sensación que
todos tuvimos y que fue aumentando hasta que descubrimos de qué se trataba.
En la caverna, además, hallamos en la roca rastros de silicio, un elemento que no
es desconocido para nosotros pues los Guías extraterrestres lo emplean, sin
olvidar que en la “cámara del rey”, en la Gran Pirámide de Egipto, también se ha
hallado, como si fuese parte de una “composición” que procura recrear un
espacio de “lanzamiento”. Al menos, esa fue la teoría del ingeniero aeroespacial
Christopher Dunn, autor del best seller “La Planta de Giza: Tecnologías en el
Antiguo Egipto”. ¿La presencia de silicio y el cuarzo en un determinado lugar,
como sucede en la cámara del rey en Keops, puede “acelerar” la transmisión de
energía o la apertura de portales, tal y como sugiere Dunn? ¿Será una casualidad
que en Roraima estos dos elementos estén muy presentes? Desde luego, son
conjeturas. Pero una pista hay allí. Y como fuese, nosotros vivimos algo especial.
Misterios de Roraima
Marrero nos había hablado de las luces que se ven en el lugar, recorriendo el
hermoso cielo estrellado de aquellas latitudes y, a veces, descendiendo para
pasar entre los dos tepuyes. Para los indios, ambas moles representan energías
distintas. Kukenán, sería el lado masculino, y Roraima, asociada al agua y la
purificación, el aspecto femenino, la madre y el origen. Charlando con los
pemones constatamos que ellos habían sido testigos de estos avistamientos de
ovnis. Ellos tienen un gran respeto y admiración por Roraima, pero también una
especie de temor por su tepuy gemelo que casi nadie se atreve a subir: el
Kukenán. ¿Por qué?
Algunos piensan que en ese tepuy se dieron acontecimientos trágicos, como la
muerte de indios guerreros en tiempos pasados que preferían arrojarse desde lo
alto del Kukenán a seguir viviendo luego de haber perdido una batalla.
Supuestamente, se suicidaban por honor. Sin embargo otras leyendas dicen que
ese tepuy “mató” en el pasado a los indios. Algunos de estos relatos dicen que
una bestia o monstruo de aspecto reptil devoraba a los hombres, mujeres y niños,
hasta que recibieron ayuda del cielo y del Roraima para “atraparlo” en una
piedra, y encerrarlo en el Kukenán. Desde entonces, nadie va a inquietar al
tepuy, salvo algún alma valiente, aventurera, e irresponsable, pues los caminos
son mucho más difíciles que en Roraima. Kukenán es llamado por los pemones
“Matawi-Tepuy”, término indígena que tiene varios significados: “Si subes te
mueres”, “me quito la vida”, o “agua sucia”. Nosotros constatamos que nadie
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tomaba el camino al Kukenán. También indagamos sobre desapariciones de
exploradores en su cima. Aunque se montaron operativos con los guardaparques
de Canaima, apoyados con helicópteros, espeleólogos y hasta buzos ―pues hay
allí, al igual que Roraima, ríos y pequeños lagos subterráneos― no encontraron a
nadie...
La belleza del Kukenán (ver foto arriba), visto desde el sendero que asciende a
Roraima, oculta ese aspecto sombrío y misterioso. Debo decir que el viejo relato
pemón nos recordó los cristales verdes de poder que han mencionado los Guías
extraterrestres como “prisión” de entidades de origen reptiloide, como sabemos,
vinculadas a ciertos episodios bélicos y de conspiración dentro del controvertido
Plan Cósmico. ¿El Kukenán, al igual que Paititi, Roncador, Shasta o la Isla de
Pascua, es otra “prisión” más? ¿La Hermandad Blanca de Roraima vigila ese
sector, evitando que alguien se aproxime? No me sorprendería si fuese así. Nuris,
una profesora de yoga venezolana y guía de la Gran Sabana, que se sumó por
una experiencia personal, a último minuto, a nuestra expedición, nos dijo que el
Kukenán no tenía gratuitamente esa fama, pues allí habían sucedido muchas
cosas “inexplicables”. Según ella, si se lograba convencer a un indio que nos
llevara a la cima, nos dejaría allí y se volvería a Santa Elena de Uairén, pues
temen pasar la noche, ya que escuchan voces y suelen ver sombras… Pero los
indios, y más tarde Marrero, nos confirmaron que esas sensaciones sólo ocurren
en una zona determinada del Kukenán, que por desgracia es la única al que
puede acceder el caminante, ya que debido a una gran grieta que divide al tepuy
en dos ―vaya “casualidad”― el otro sector, ajeno a estas situaciones, se halla
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aislado de los visitantes… Como si este capricho de la naturaleza hubiese sido
aprovechado para proteger un lugar al que sólo se puede llegar por helicóptero.
“En Roraima la cosa es diferente” ―nos decía “Alex”, nuestro guía pemón―, todo el
lugar es como un templo, muy silencioso. Muchas personas vuelven aquí pues dicen que
sienten una bella energía”.
Alex también sostuvo que existen “puertas de energía” en un sector de las
paredes del Roraima, en una zona donde se pueden ver algunos símbolos que
recuerdan el muro de Pusharo de Paititi. Y como no podía ser de otra forma,
también se hallan “accesos” al mundo subterráneo a través de las cascadas. Uno
de los principales, se encontraría en el Kukenán, tras la principal caída de agua.
Pero como es de esperarse, a nadie se le ocurre siquiera intentarlo…
Pasamos un buen tiempo charlando sobre estos temas y recopilando información
de la mano de los pemones. Al interior de la caverna, continuamos con nuestras
meditaciones y prácticas. Fueron especiales. El lugar favorecía el silencio y la
quietud.
Allí haríamos un trabajo de conexión con el Disco Solar de Roraima.
Roraima y los discos solares
Los discos solares, de acuerdo a los Guías extraterrestres, se “activan” con la
presencia humana. Más aún si el peregrino está sintonizado con la frecuencia de
esta red que une Monte Shasta con la Antártida. Por ello, más que complicados
trabajos, la presencia física en el lugar, en la actitud correcta, permite el
“despertar” de estas herramientas cósmicas. La Red del Tiempo, como
denominan los extraterrestres a estos 13 discos, no ha sido diseñada exactamente
para “salvar” al planeta del supuesto fin del mundo en 2012. Todos sabemos que
esa fecha, mencionada en las profecías mayas, es sólo una coordenada que marca
el inicio de una nueva etapa para la humanidad. Si bien es cierto ese tránsito está
siendo acompañado por una serie de cambios a todos los niveles, ello no quiere
decir que por más oscuro que se ponga el panorama será el fin de nuestra especie
y el planeta. Los Discos Solares, en realidad, fueron diseñados y colocados en las
Américas y Antártida para generar una red de trabajo energético que ayude a la
Tierra en su transición al Real Tiempo del Universo. No sabemos si ese evento
ocurrirá exactamente el 21 de diciembre de 2012 ―personalmente, yo no lo veo
así―, pero todo parece indicar que a partir de esa fecha el rumbo del planeta se
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orientará hacia la matrix de la Creación. Como fuese, falta muy poco para verlo.
Lo que sabemos es que parte de estos cambios involucran sin duda alguna el
campo magnético de la Tierra. Ya la NASA tuvo que aceptar en diciembre de
2008 que sus sondas espaciales Themis detectaron una grieta gigante en él. Lo
habían empezado a sospechar cuando sus trasbordadores y satélites reportaban
fallas técnicas al ingresar al planeta por los cielos de Sudamérica.
En muchas ocasiones se me ha preguntado por qué la mayoría de los Discos
Solares se encuentran en Sudamérica, y no en otros puntos del mundo.
Ciertamente, tal y como los Guías nos explicaron en mensajes psicográficos
recibidos por diferentes antenas, existen discos de poder en diversos lugares del
mundo, pero la historia y función de todos ellos no es la misma. He allí la
confusión.
Los 13 discos que componen la Red del Tiempo están unidos por una historia
común y poseen la misma función que mencioné líneas atrás: crear una red de
energía que estabilice al planeta. Y ello involucra, especialmente, la
magnetosfera, nuestro escudo protector cósmico que incide decisivamente en el
clima y, por encima de todo, en el “orden” de todas las formas de vida. Nosotros
incluidos, desde luego. Si las energías del agujero negro supermasivo que se
encuentra en el centro de la galaxia está afectando al Sol y a la Tierra con estos
cambios, como ha demostrado la NASA, sin mayor remedio, gracias al sistema
de rayos X del Chandra, ¿será posible que algo más que el campo magnético de
la Tierra se vea afectado? ¿Estas radiaciones podrían afectar el campo magnético
personal de los seres humanos o “aura”? ¿Podrían afectar el campo magnético
cerebral, que a decir de algunos científicos, es el “asiento de la consciencia”? ¿Por
qué la disminución del campo magnético se encuentra principalmente sobre
Sudamérica? ¿Y por qué la mayoría de los discos solares se halla en ese
continente?
Todo indica que la ubicación de los discos solares obedece a un metódico plan,
perfectamente trazado. La idea sería acompañar y asistir los cambios energéticos
del planeta gracias a una plataforma de trabajo ―los discos― que se halla
emplazada en la actual zona activa del planeta. Todos saben de ello, desde los
lamas de Asia a los ancianos chamanes de las Américas: las fuerzas del mundo
han “viajado” de Oriente a Occidente activando la denominada “Serpiente de
Luz”.
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Fig. 1: Los puntos rojos representan la ubicación de los Discos Solares o Red del Tiempo. Al lado,
un reporte de la NASA sobre las anomalías magnéticas que se han venido detectando en sus
ingenios espaciales, precisamente sobre América del Sur.
Fig. 2: La grieta del campo magnético se empieza a abrir desde Sudamérica y el Atlántico Sur.
Imagen de la NASA.
A lo largo de estos años hemos recopilado abundante material que explica y
confirma por qué los Discos Solares se hallan ubicados de esa forma estratégica,
todos ellos ubicados en importantes lugares de poder bajo la atenta custodia de
la Hermandad Blanca. Los Maestros del Mundo Subterráneo serían los
guardianes y protectores de estas herramientas. En Roraima, la noche del 8 de
agosto, realizaríamos un trabajo de conexión con el Disco Solar que se hallaría en
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el interior del Gran Tepuy. Era la culminación de un proceso que nos había
llevado, mágicamente, a Venezuela.
Pero antes de realizar ese trabajo, los guardianes del lugar se hicieron sentir…
Amaikok: una raza intraterrena
Nos hallábamos meditando en la caverna. El silencio, solo inquietado por el
transcurrir del agua que fluye subterráneamente y la cascada que teníamos cerca,
era el marco propicio para nuestro trabajo. A través de la percepción psíquica
procuramos conectarnos con el corazón de Roraima y la Hermandad Blanca. En
ese instante nos sentíamos acompañados. Sabíamos que no estábamos solos.
Fue allí cuando Nuris, nuestra compañera venezolana, vio algo moverse en
medio de una de las “ventanas” de la caverna y, asustada, se cubrió con la bolsa
de dormir.
―¿Qué sucedió? ―le dijimos intrigados.
―Sentía que algo nos observaba, y entonces fue que lo vi… Era una pequeña
criatura, como un hombrecito, que se estaba asomando desde la “ventana”
―Nuris, sensible, dejo escapar unas lágrimas de emoción.
―Quédate tranquila ―procuramos calmarla―, sabemos quiénes son ellos, no
tienen malas intenciones, jamás nos lastimarían.
―Lo sé ―nos contestó―, y eso es lo que me duele. Sé que son seres positivos.
Los indios saben de ellos. Siempre quise tener una experiencia así y ahora que
sucede, mírenme, estoy nerviosa, no he reaccionado bien…
Le explicamos entonces que estas reacciones a lo desconocido eran naturales,
pues a nosotros mismos nos ha ocurrido. Fue allí que decidimos hablarle de los
Sunkies y de nuestra experiencia en la Cueva de los Tayos. Nuris escuchó
atentamente y se calmó. Es una mujer muy preparada y sensible. Y no en vano le
ocurrió esto a ella, pues desde niña había tenido experiencias en sueños y hasta
un avistamiento ovni muy próximo. Las cosas siempre ocurren por algo.
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Luego de la charla, la sensación de estar siendo
observados continuaba. Obedeciendo a una intuición
decidí pararme, y me acerqué a una zona de la
caverna donde se halla una suerte de pasillo que se
interna, como si aquel camino siguiera la fuente del
agua que discurría bajo el suelo. Al aproximarme,
algo me hizo mirar hacia una roca casi al final de ese
pasillo. La tenue luz de las lámparas de kerosene
iluminaba suavemente y de forma indirecta ese sector
que tanto me llamaba la atención. Y así, de pronto,
salió por detrás de la roca una pequeña criatura, de
cabeza ligeramente más grande que el cuerpo,
profundos ojos negros y brazos delgados. Era un
Sunkie… Ya los había visto en la Cueva de los Tayos.
Y en esta ocasión la sensación que tuve es que ellos “ya nos conocían”. Esto duró
apenas unos instantes, y el pequeño ser se movió rápido, como si fuese un niño
jugando, ágil y saltarín, hacia el otro lado del pasillo que debido a la oscuridad
ya no podía ver. Ciertamente, los indios pemones saben de la existencia de estos
seres, guardianes de las entradas del mundo subterráneo de Roraima. Les llaman
“Amaikok”, y dicen que son criaturas bondadosas que en más de una ocasión han
auxiliado a exploradores extraviados, dándoles incluso de beber, tal y como
ocurriera con Juan Moricz al interior de la Cueva de los Tayos…
Los Guardianes del Laberinto
El Sunkie, o “Amaikok”, como conocen los indios pemones a estas bondadosas
criaturas subterráneas, se había escabullido por aquel estrecho túnel. Sólo se dejó
observar por un momento, y se marchó. Este acercamiento era la confirmación de
que no estábamos solos. Y aunque el objetivo de nuestro viaje a Roraima no
apuntaba a una experiencia de contacto, sino a un trabajo espiritual con el Disco
Solar que se hallaría bajo el tepuy sagrado, saber de la presencia de los Sunkies
en la caverna era más que una buena señal.
Juan Moricz, el aventurero húngaro-argentino que dio a conocer la Cueva de los
Tayos a escala mundial, habría llegado hasta la mítica “Biblioteca Metálica”
gracias a estas pequeñas criaturas. Así me lo afirmó en Guayaquil el Doctor Peña
Matheus, amigo personal de Moricz. Según me narró, Moricz entró solo al
sistema de túneles armado de una lámpara de carbón mineral. Por alguna razón
―quizá por agotamiento, o ausencia de oxígeno― el explorador se desmayó al
interior de una de las muchas galerías que hacen de la Cueva de los Tayos un
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verdadero “laberinto”. Luego recobró el sentido, viéndose tomado por varias
criaturas, pequeñas y de ojos profundos, que le llevaban a través de un amplio
pasillo que se hallaba débilmente iluminado. Después de sortear una serie de
caminos, le dejaron en un gran salón, de clara manufactura artificial, y allí fue
recibido por otras entidades de aspecto humano, muy altas y todas ellas vestidas
con túnicas blancas. Moricz les llamaba “Taltos”. Los Taltos le mostraron
entonces la “Biblioteca Metálica”, y por si ello fuera poco, sarcófagos que
contenían los restos de gigantes de tres metros de estatura. El explorador llegó
allí gracias a esos pequeños seres ―los sunkies― que, a decir del propio Moricz,
actúan como “Guardianes del Laberinto”. Ellos y los “Taltos” formaban una
especie de sociedad para proteger los tesoros del esquivo mundo subterráneo.
Cuando el Doctor Peña Matheus
me reveló esta fascinante historia
en su despacho, mostrándome una
gran cantidad de fotos de la cueva,
en donde se veían pequeños ídolos
e incluso las presuntas planchas
doradas que habría hallado Moricz,
me emocioné mucho, pues nos
hallábamos ante una extraordinaria
confirmación de lo que habíamos
vivido en la Cueva de los Tayos.
Ahora, en Roraima, los Sunkies habían vuelto a mostrarse, como si nos
estuvieran dando indicios de que en el antiguo tepuy venezolano se hallan otras
entradas semejantes hacia el mundo intraterrestre...
El día 8 de agosto, por la noche, y al interior de la caverna de Roraima, haríamos
un ejercicio de conexión con el Disco Solar. Desde luego, a pesar de que la
presencia humana en la zona empieza a interactuar por sí misma con el Disco,
una práctica dirigida para conectarse con la herramienta de poder permite,
además de la activación, enlazarnos con importante información relacionada a
estos elementos sobrenaturales y sus guardianes. Como decía líneas atrás, los
Guías extraterrestres nos hablaron por primera vez de esta red de discos en una
experiencia de contacto físico, ocurrida en el desierto peruano de Chilca, el 24 de
febrero de 2001. Desde entonces, hemos venido trabajando con ellos,
confirmando las ubicaciones y viajando a los principales puntos donde se
encontrarían las herramientas. Los mensajes hablaban de 13 discos repartidos
desde Mount Shasta hasta la Península Antártica. Como vimos anteriormente, al
ser los discos una “plataforma de estabilización” del campo magnético terrestre,
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su distribución obedece a una estrategia. No obstante a ello, esta información no
descarta la existencia de otros elementos de poder en el planeta. De hecho,
sabemos de la existencia de otros discos en diferentes enclaves del mundo, pero
ellos cumplen otras funciones y pertenecen, por lo que sabemos, a otras redes,
actuando como “espejos”.
Recuerdo que durante la salida internacional de los grupos de contacto que se
llevó a cabo en Capilla del Monte (Córdoba, Argentina) en enero de 2005, se
realizó una consulta en comunicación simultánea a los Guías sobre este punto, y
en síntesis dijeron:
“…La Red del Tiempo, hermanos, está constituida como se les reveló por
aquellos 12 discos y la herramienta de poder de Paititi que los armoniza.
Los otros discos que han percibido fueron en su momento instrumentos
de poder de antiguas civilizaciones desaparecidas, ajenos a la Red del
Tiempo pero a cargo actualmente de la Hermandad Blanca.
La Red del Tiempo se encuentra en la franja americana, como
constataron, desde Monte Shasta hasta la Antártica, siguiendo una
estrategia energética que procura apoyar al planeta en su ascenso desde
los lugares donde las energías y los Retiros de la Hermandad Blanca se
hallan activos. El origen de aquellos discos está en Lemuria, y el destino
de su aporte en las estrellas que brillan en el Real Tiempo del
Universo…”.
La información de los Discos Solares ha captado el interés de muchos grupos
espirituales, algunos sumándose a los viajes de conexión, o sencillamente
reuniendo e investigando la información disponible; otros, penosamente, han
mezclado este conocimiento con otras líneas de interpretación, cambiando
incluso las ubicaciones de los discos, o añadiendo detalles que no contienen
ninguna lógica y menos una confirmación real y concreta de los Hermanos
Mayores. Hallándome al interior de la caverna de Roraima reflexionaba en la
importancia de los Discos Solares, y cómo esta revelación había encendido tanto
interés, trabajo, compromiso, pero también debates y opiniones diversas. Pero
recordé también aquello de que “la Misión se cuida sola”. El trabajo con los
discos y su mensaje ya había sido sembrado desde que nos fuera entregada esta
tarea en la experiencia en Celea. Ahora teníamos que concentrarnos en los pasos
que nos restaban. Por ello nos encontrábamos en Roraima.
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Uno de los datos más importantes sobre los Discos Solares ha sido conocer sus
“nombres” o “mantras”, el “sonido” que ayuda a sintonizarse con ellos. Luego
de los viajes y experiencias que vivimos en la Sierra del Roncador y en Tierra del
Fuego, reunimos esta importante información que ha podido ser corroborada en
diferentes trabajos alrededor del mundo. Y no pasó mucho tiempo para
comprender que, en realidad, se nos había entregado el “nombre completo de la
red”, ya que los trece tonos de cada disco forman parte de un solo cuerpo
llamado “El Gran Mantra de los Discos Solares”. Así, al repetir los 13 nombres
como una suerte de letanía, empezamos a conectarnos con la Red del Tiempo.
Diferentes grupos de España, EE.UU. y diversos países de Latinoamérica ya
están trabajando con ello, y los resultados han sido asombrosos. La energía que
se moviliza no sólo es extraordinaria, la conexión con la Hermandad Blanca y los
Retiros Interiores es quizá lo más impresionante. Es como si los trece tonos de los
Discos Solares constituyeran, además, un puente dimensional hacia los Maestros
y sus santuarios intraterrestres.
De acuerdo a la información recibida originalmente sobre la Red del Tiempo, los
13 discos guardan esta ubicación:
LA RED DEL TIEMPO
Los Discos Solares de Poder
1. Monte Shasta: Emanashi
2. Valle Siete Luminarias: Sipenbó
3. Ciudad Blanca: Aromane
4. Guatavita: Xemancó
5. Roraima: Urinam
6. Cueva de los Tayos: Jasintah
7. Paititi: Ilumana
8. Lago Titicaca: Demayon
9. Licancabur: Ramayah
10. Talampaya: Mitakunah
11. Sierra del Roncador: Omsarah
12. Aurora: Ulimen
13. Antártica: Ion
Los nombres que acompañan los lugares donde se encuentran los discos son los
mantras o tonos. Se pueden trabajar individualmente o cantar en “bloque”. Ese
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sería el trabajo que llevaríamos adelante para conectarnos con el Disco de
Roraima.
Conocimientos que fluyen de la conexión con el Disco Solar
Estoy convencido: el lugar que ocupábamos ―la caverna al interior del
Roraima― había sido “acondicionado” para nuestro trabajo. Lo supimos desde
que llegamos. Y con el transcurrir de las horas allí, lo empezamos a sentir con
intensidad. Así, para adentrarnos profundamente en la experiencia, realizamos la
práctica de conexión con la “Partícula Divina”, un ejercicio que recibí en el viaje
al desierto de Gobi y que guarda una íntima relación con los Cristales de Cesio,
el mensaje de la estrella de seis puntas y su relación con el Aura humana. En
meditación y en diversas experiencias personales los Guías me fueron explicando
que la Partícula Divina es el “asiento de nuestra esencia” y el “enlace con el
plano físico y nuestro cuerpo biológico”. Ubicada en el centro de nuestro pecho,
irradia una poderosa energía que afecta y coordina el campo magnético del
individuo. Curiosamente, su ubicación encaja en el grado 19.5 del cuerpo
humano, una coordenada que encierra la fluctuación de poderosas energías en
las estrellas, los planetas, e incluso en el hombre, tal y como sostiene el científico
norteamericano Richard Hoagland. De hecho, se trata del mismo lugar donde los
Guías extraterrestres integran los Cristales de Cesio. No creo que esto sea un
accidente.
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En meditación, nos conectamos con aquel punto clave para fortalecer nuestro
campo unificado de energía. El ambiente en la caverna era silencioso, agradable e
inspirador. Parecía que estuviéramos detenidos en el tiempo y el espacio.
Entonces empezamos a vocalizar los trece tonos de los Discos Solares,
visualizando de manera especial el Disco de Roraima, encendido en una intensa
luz dorada, como si estuviese vivo, como si estuviese hablándonos. En ese
momento las escenas que visualizamos adquirieron vida propia. Nos hicieron
sentir que estábamos allí, frente al Disco. Algunos de nosotros pudimos
distinguir en la visión siluetas luminosas, seres altos y espigados “vestidos” de
una luz blanca sobrenatural. Y con ellos, la inconfundible presencia de los
Sunkies. Aquellos guardianes estaban reunidos en un salón muy grande e
iluminado por la propia energía del Disco.
Fue en ese instante cuando sentí a mi lado, en la caverna, la presencia de Antarel.
El Guía extraterrestre me dijo que mirara a través del Disco. Así lo hice y observé
cómo la herramienta de poder se transformaba en una suerte de cristal líquido,
que se abría lentamente deformándose en su centro. Entonces, en ese agujero
interdimensional, se empezó dibujar una escena que adquirió mucha claridad y
nitidez, como si estuviera allí. Me mostraban un lugar que ya conocía... Y en la
escena, me hallaba frente al propio Antarel y otro ser de apariencia extraterrestre
que no podía distinguir.
―En agosto de 2010 nos volveremos a encontrar físicamente. Todo este período de
análisis y reflexión que has vivido desde el viaje al desierto de Gobi ha sido una necesaria
preparación para la nueva etapa de contacto que empieza. Estate atento a las señales que
te haremos llegar.
Antarel me había hablado con amor y firmeza, pero confieso que me sorprendió
los detalles de esta invitación. Me hallaba realmente emocionado por lo que
significaba volver a ver a los Guías físicamente. Y lo más importante: el mensaje
o la información que pudieran transmitirnos en un nuevo encuentro
programado. En ese momento reflexionaba si el tiempo transcurrido desde
nuestra aventura espiritual en Gobi había sido “programado” por ellos para
madurar nuestra visión del contacto, la proyección del grupo y analizar en qué
aspectos hemos de cambiar, qué cosas deberíamos corregir, y así encaminar
nuestra experiencia con mayor responsabilidad y equilibrio. Escribiendo estas
líneas siento fuertemente en el corazón que ése fue el propósito. Ciertamente, al
menos para mí ―y me atrevería a decir que de la misma forma con todo el grupo
de viaje a Gobi― hubo un “antes y un después” de Mongolia.
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La conexión con el Disco Solar de Roraima no concluyó allí. Luego de trabajar
con los trece tonos de los discos realizamos una práctica dirigida de proyección
astral. Sin embargo debo decir que estábamos tan relajados que no logramos un
desprendimiento consciente. Sencillamente nos quedamos dormidos, y no nos
levantamos hasta el día siguiente. Pero algo ocurrió.
En sueños, muy lúcidos e impactantes, me veía nuevamente haciendo el trabajo
de conexión con el Disco. Observaba al grupo concentrado en la práctica, como si
estuviera viendo todo desde afuera. En ese momento estábamos siendo rodeados
por los Sunkies y diversas siluetas luminosas de seres altos. Recordé entonces
que durante el trabajo con el Disco había tenido varias visiones sobre los Sunkies
y su proceso. Empecé a hilar toda esa información y supe, en medio de este
sueño lúcido, que se trataba de una segunda parte de lo que recibimos en la
Cueva de los Tayos en agosto de 2002.
De acuerdo a la información recibida en la expedición que realizamos en
Ecuador, los Sunkies son una raza intraterrena que creció y se desarrolló
paralelamente al ser humano. Serían como nuestros hermanos, pues los “padres”
de estas criaturas habían sido los mismos que ayudaron al hombre en dar un
salto evolutivo a través de una intervención genética controlada: Los Elohim.
Según sabemos, se trataba de un equipo de entidades extraterrestres que
aceleraron el proceso de evolución de las especies. Supuestamente, consiguieron
una variedad de homo sapiens, machos y hembras de raza negra, luego de un
proceso científico de mutación en proto-homínidos. Algunos piensan que la
intervención se hizo en el denominado “Homus Erectus”, y que este alucinante
episodio sucedió en un lugar llamado “Lemuria”, tierras hoy sumergidas y que
otrora unían las costas sur orientales de África con Madagascar. Como fuere, uno
de estos científicos extraterrestres, llamado Gadreel, concluyó un experimento
paralelo en una especie similar a los chimpancés: era el nacimiento de los
Sunkies. Sin embargo, Gadreel vivió un momento de confusión producto de una
influencia tenebrosa, y pretendió sabotear los proyectos científicos de sus demás
compañeros. De acuerdo a lo que nos dijeron los Guías extraterrestres, esta
entidad quedaría deportada en el planeta cuando su equipo se enteró del boicot.
Tiempo más tarde, luego de que Gadreel comprendiera su error, fue retirado de
la Tierra, pero aun se hallaría en estado de aislamiento en algún lugar del
Universo.
Soy conciente de que esta información suena alucinante. Pero asumiendo que los
hechos fueron así, tal y como lo cuentan los Guías extraterrestres, se podrían
generar diversas preguntas sobre el proceso de la aparición del hombre en la
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Tierra, y en el caso de los Sunkies, desconfianza, pues se trata de seres “creados”
por el controvertido Gadreel. Pero eso es lo de menos. ¿Acaso el mismísimo
Gadreel no formaba parte del equipo que contribuyó en la evolución genética del
mismísimo ser humano? ¿Qué pensar de nosotros, entonces? Obviamente, estas
presunciones serían muy fáciles e irresponsables. A lo largo del denominado
Plan Cósmico hemos visto diversos incidentes en donde se han producido
conflagraciones extraterrestres, complots cósmicos y hasta polarizaciones. Y lo
más inquietante: el ser humano en medio de este proceso. En otras palabras, es
muy difícil comprender todos los episodios y la causa que los generó desde una
perspectiva humana, que muchas veces está condicionada por nuestros patrones
de creencia, educación, y peor aún, un proceso de crecimiento ajeno a la
existencia real de inteligencias extraterrestres. Los Guías han procurado
transmitirnos estas informaciones “complicadas” de la forma más simple y
sencilla, afirmándonos de que al final comprenderíamos la esencia de todo, y que
sabríamos “decidir” si basábamos el camino en nuestra intuición, en aquella
brújula mágica que es el corazón humano. Desde luego, los Sunkies están muy
lejos de ser entidades tenebrosas o manipuladoras. Los grupos que los han
podido sentir e incluso ver en hermosas experiencias, como la del encuentro en
El Cajas de Ecuador, la expedición a la Cueva de los Tayos, las salidas a terreno
en Monte Shasta, la incursión a la Sierra del Roncador, los trabajos en Paititi, los
viajes a Talampaya y, desde luego, esta nueva experiencia en Roraima ―entre
otros lugares―, pueden afirmar la energía de amor y paz que emanan estas
criaturas, con una inocencia y pureza tales que, sin temor a equivocarme, se les
podría comparar con niños pequeños. Aclaro todo esto ya que sólo después de la
expedición a la Cueva de los Tayos de 2002 se sabe de la existencia de los
Sunkies. Al menos en nuestro caso, pues tanto los shuaras de Coangos como los
pemones de Roraima guardaban este secreto. Los indígenas del Ecuador y sus
hermanos pemones de Venezuela sostienen que esas criaturas son bondadosas y
tímidas, y que custodian las entradas al mundo subterráneo. Moricz llegó a la
Biblioteca Metálica gracias a estos guardianes, que le auxiliaron cuando el
explorador cayó desmayado en un túnel. La misma historia que cuentan los
pemones, pues se dice que estos seres ―llamados por los indios de Roraima
“Amaikok”― asisten a los exploradores extraviados.
En el sueño lúcido veía a los Sunkies, y las imágenes se mezclaban con otras que
parecían formar parte de un remoto pasado, en donde ellos mantenían un
contacto fraterno con los seres humanos. Producto de esa conexión los hombres
podían disponer de elementos minerales extraídos por los Sunkies. Gracias a
estas pequeñas criaturas intraterrenas, el ser humano accedió a diferentes
cristales de poder y otras piedras preciosas que le permitió “construir” el primer
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disco solar, aquel que se fraccionaría más tarde en doce partes o nuevos discos,
unidos todos ellos en la actualidad por el “disco número trece” que fue diseñado
en el desierto de Gobi: El Gran Disco Solar de Paititi.
La conexión de los Sunkies con elementos de poder y piedras preciosas es un
hecho que se recuerda en la tradición andina, pues la leyenda cuenta que el Inca
Huayna Cápac recibió la visita de estas criaturas en su propia Habitación Real.
Al parecer, esta “aparición” de los Sunkies estaba ligada a una piedra de poder
llamada “Umiña” ―que en quechua significa “esmeralda”― un elemento
sobrenatural que había recibido el Inca de manos de una sacerdotisa de las
Pirámides de Cochasquí llamada Quilago. Aquella piedra verde brillante, que
recuerda sospechosamente la descripción medieval del Santo Grial y la
misteriosa Piedra de Chintamani que mencionan los lamas del desierto de Gobi,
otorgaba poderes extraordinarios al Inca, y podía curar a las personas. Pero esa
relación mágica entre los Sunkies y el ser humano se rompió en el pasado cuando
los hombres se volvieron ambiciosos y egoístas, borrachos de poder ante el
regalo que significaban aquellos cristales o piedras luminosas que los Sunkies
conocían y extraían del mundo intraterrestre.
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Los Sunkies, al percibir que el hombre podría hacer mal uso de estos elementos,
decidieron no extraer más piedras del intramundo. Entonces la respuesta
humana fue someter a los Sunkies y obligarles a sacar más piedras preciosas,
cristales, e incluso oro. Si había resistencia de estas pequeñas criaturas de hacerlo
―y la hubo― se les daban terribles castigos, que incluían la tortura y la muerte.
En las imágenes que veía, los Sunkies se internaban definitivamente en el mundo
intraterrestre y se alejaban del hombre. En ese momento percibía dolor en el
corazón de esos seres que nos veían como hermanos mayores.
Pero de pronto la visión cambió, y vi al grupo descansando en la caverna. A
pesar de la oscuridad, podía distinguir a mis compañeros metidos en sus bolsas
de dormir y la tienda de campaña donde dormían Isabel de Honduras y Nuris de
Venezuela. Rodeándonos, varios Sunkies se acercaban a nosotros. Se detuvieron
muy cerca, observando nuestras cosas ―equipo de camping, linternas, libretas
de apuntes, cámaras―; lo hacían con suma curiosidad, tomando incluso algunas
de ellas como lo haría un niño. Luego se detuvieron en mirar cómo dormíamos, y
“sentí” que en ese instante nos decían que no importaba lo que había ocurrido en
el pasado, que ellos amaban al hombre porque somos sus hermanos, y que
debíamos unir esfuerzos para los tiempos que vienen para el planeta, pues ello
afectará a todos. No eran “voces” lo que escuchaba de ellos, sino sentimientos.
Los Sunkies no se comunican por telepatía, al menos no cómo los Guías
extraterrestres, en donde nuestro cerebro ordena frases concretas bajo el impulso
de una comunicación psíquica. Los Sunkies emplean imágenes, emociones. Supe
en ese momento que algo positivo y maravilloso había sido “sembrado” por ellos
en nosotros.
Al despertar, nos dimos con la sorpresa de que nuestras cosas estaban movidas…
Incluso una bolsa de dormir que se hallaba enrollada dentro de la tienda de
Isabel apareció en otro lado. Linternas, abrigos, incluso mi silla de camping
estaba desplazada. Más de uno recordaba haber “estado” con los Sunkies en
“sueños”, y que éstos visitaban al grupo en la caverna. Además, algunos
escucharon, medio dormidos, ruido y movimientos, como niños caminando
rápido. Carina de Bariloche fue testigo de ello y recordamos juntos una escena
similar que vivimos al interior de la Cueva de los Tayos. Qué decir…
Amanecimos con una paz profunda… Quizá por la energía del trabajo con el
Disco de Roraima. Tal vez por la “visita” de los Sunkies. Como fuere, sabíamos
en nuestro corazón que habíamos logrado el objetivo de este primer viaje de los
grupos de contacto a la gran montaña.
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Retornando al “mundo de afuera”
Abandonamos la caverna y salimos al cielo abierto del Tepuy. Éste, que había
estado nublado, mostraba ahora un hermoso cielo azul.
En el camino de descenso, nos encontramos con otros guías pemones, que
también volvían al campamento base, y nos dijeron que la noche del 8 habían
quedado maravillados por las “luces” y “objetos” que sobrevolaron la meseta.
Había sido la noche en que nosotros estábamos viviendo la “conexión” al interior
de la caverna…
El paso de las lágrimas estaba prácticamente seco, así que bajamos por ese difícil
camino sin que nos cayera el agua de las cascadas que a más de un aventurero ha
hecho caer y lastimarse. La vista del Roraima a nuestras espaldas era como la de
un gigantesco guardián que nos despedía. Era alucinante ver la altura que
habíamos alcanzado, dónde habíamos estado, increíble… Un verdadero regalo…
En el campamento del río Kukenán observamos mejor la silueta de los dos
grandes tepuyes diciéndonos adiós ―o hasta pronto―, tomando conciencia de
que volvíamos al “mundo”.
En el campamento, veía a decenas de exploradores y mochileros, la mayoría de
ellos europeos, celebrando su retorno al refugio luego de haber conquistado la
cima del Roraima. Nosotros nos hallábamos en silencio. Todos esos días
habíamos estado trabajando en Roraima en completa intimidad, viviendo una
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maravillosa experiencia. Entonces, en el cielo estrellado, observé un destello
intenso de luz blanca, que dio paso a un objeto brillante que cruzó
horizontalmente el cielo a una velocidad espantosa… Recordé allí la invitación
de Antarel. Ellos, los Guías, en ningún momento nos habían dejado solos.
Nuestro viaje también ha permitido abrir el mensaje de nuestra experiencia de
contacto en Venezuela, una nación con mucha riqueza espiritual y esotérica, pero
también en medio de una importante fluctuación de fuerzas en el escenario
mundial. Gracias a Carmencita Padrón, este mes de noviembre participaremos
en una mega conferencia pública como parte de la segunda edición del evento
“El Día Más Esperado”. Será en la Academia Militar de Caracas, y ante más de mil
personas ya confirmadas. En él, también participará nuestro nuevo amigo
Roberto Marrero, el principal difusor de los misterios de Roraima y su
vinculación con el fenómeno ovni. Siento que todo esto es parte de la activación
del Disco. Así nos lo adelantaron los Guías. Ha llegado, pues, un momento
diferente en la proyección del mensaje en Venezuela. Es hermoso ver cómo todo
se sigue confirmando de una forma impresionante y contundente.
Este es un resumen de nuestro viaje, que también ha sido el vuestro. Gracias a
todos los que estuvieron pendientes. Este primer paso ha sido un logro de todos.
Amor y luz,
Ricardo González
28 Octubre de 2009 do site: www.ConcienciaPlanetaria.es
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