“Numerosas escuelas se multiplican para los espíritus desencarnados y, ahora que yo soy un humilde discípulo de estos planteles educativos del Maestro Jesús, reconocí que los planos espirituales también tienen su folklore… De los millares de episodios de este folklore del cielo sobre la vida y obra de Jesús, conseguí reunir treinta y traer al conocimiento del generoso lector que me concede su atención…
Ahora, para consolidar la curiosidad de los que me leen con el sabor de la crítica, tan a gusto de nuestro tiempo, justificando la substancia real de las narraciones de este libro, citaré al apóstol Marcos cuando dice: “Y sin parábolas nunca les hablaba, pero todo declaraba en particular a sus discípulos” (4; 34); y, el apóstol Juan cuando afirma: “Pero, hay muchas otras cosas que Jesús hizo y que, si cada una de por sí fuese escrita, creo que ni aún todo el mundo podría contener los libros que se escribiesen” (21; 25)…
Pedro Leopoldo, noviembre 9 de 1940 - HUMBERTO DE CAMPOS” (Escritor brasileño fallecido).
7
LA LUCHA CONTRA EL MAL
De todo lo ocurrido en las tareas apostólicas, los encuentros del Maestro con los endemoniados constituían los hechos que más impresionaban a los discípulos.
La palabra “diablo” era entonces comprendida en su justa aceptación. Según el sentido exacto de la expresión, era el adversario del bien, simbolizando el termino de esa forma, todos los malos sentimientos que dificultaban el acceso de las almas a la aceptación de la Buena Nueva y a todos los hombres de vida perversa que contrariaban los propósitos de la existencia pura que deberían caracterizar a las actividades de los adeptos del Evangelio.
De entre los compañeros del Mesías, Tadeo era el que más se dejaba impresionar por aquellas dolorosas escenas. Sobremanera le agudizaban la curiosidad de hombre los gritos desesperados de los espíritus malhechores que se alejaban de sus víctimas bajo el amoroso mandato del Divino Maestro. Cuando los pobres obsesados dejaban escapar un suspiro de alivio, Tadeo volvía los ojos a Jesús, maravillado de sus actos.
Cierto día en que el Señor se había retirado con Santiago y Juan para los lados de la Cesarea de Filipo, una pobre demente le fue traída para que él, Tadeo, anulase la acción de los espíritus perturbadores que la subyugaban. Entretanto, a pesar de todos los esfuerzos de su buena voluntad, Tadeo no consiguió modificar la situación. Solamente en el día inmediato, al anochecer, en la consoladora presencia del Mesías, fue posible a la infeliz demente recuperar el control de sí misma.
Observando el hecho, Tadeo cayó en seria y profunda meditación interior. ¿Por qué el Maestro nos le transmitía automáticamente el poder de expulsar los demonios para que pudiesen dominar a los adversarios de la causa divina? Si tan fácil era para Jesús la cura integral de los endemoniados, ¿por qué motivo no provocaba él, de una vez, la aproximación general de todos los enemigos de la luz, para que por su autoridad fuesen definitivamente convertidos al reino de Dios? Con el cerebro torturado por esas graves preocupaciones y soñando posibilidades maravillosas para que cesasen todos los combates entre las enseñanzas del Evangelio y sus enemigos, el inquieto discípulo trató de encontrarse particularmente con el Señor, de manera a exponer con humildad sus ideas íntimas.
En una tranquila noche, después de escuchar sus ponderaciones, le preguntó Jesús en tono austero:
- Tadeo, ¿cuál es el principal objetivo de las actividades de la vida?
Como si recibiera una centella de superior inspiración, le respondió el discípulo con sinceridad:
- Maestro, procurar realizar el reino de Dios en el corazón.
- Si procuras semejante realidad, ¿por qué la reclama en primer lugar en el adversario? ¿Sería justo olvidar tus propias necesidades en ese sentido? ¡Si buscamos llegar al infinito de la sabiduría y del amor en Nuestro Padre, se hace indispensable que reconozcamos que todos somos hermanos en el mismo camino!
- Señor, ¿los espíritus del mal son también nuestros hermanos? – inquirió admirado el apóstol.
- Toda la creación es de Dios. Los que visten la túnica del mal, vestirán un día la de la redención por el bien. ¿Acaso puedes dudar de esto?
- El discípulo del Evangelio no combate propiamente a su hermano, así como Dios nunca entra en lucha con sus hijos; aquél combate es apenas toda manifestación de ignorancia, así como el Padre trabaja incesantemente para la victoria de su amor, junto a la humanidad entera.
- Pero, ¿no sería justo – respondió el discípulo con cierta convicción – convocar a todos los genios malhechores para convertirlos a la verdad de los cielos?
El Maestro, sin sorprenderse con esa observación, dijo:
- ¿Por qué motivo no procede Dios así? ¿Acaso tendríamos nosotros una substancia de amor más sublime y más fuerte que la de su corazón paternal? Tadeo, jamás olvidemos el buen combate. Si alguien te convoca a la ingrata labor de la mala semilla, no desdeñes la buena lucha por la victoria del bien, encarando cualquier posición difícil como sagrada oportunidad para revelar su fidelidad a Dios. Abraza siempre al hermano. Si el adversario del reino te provoca el esclarecimiento de toda la verdad, no desprecies la hora de trabajar por la victoria de la luz; pero sigue tu camino en el mundo atento a tus propios deberes, pues no nos consta que Dios abandone sus actividades divinas para imponer la renovación moral a los hijos ingratos que se rebelaron en su casa. Si el mundo parece poblarse de sombras, es preciso reconocer que las leyes de Dios son siempre las mismas en todas las latitudes de la vida.
- Es indispensable meditar en las lecciones de Nuestro Padre y no estacionarnos a la mitad del camino que recorremos. ¿Los enemigos del reino se empeñan en sangrientas batallas? No olvides tu propio trabajo. ¿Padecen en el infierno de las ambiciones sin límite? Camina para Dios. ¿Lanzan la persecución contra la verdad? Tienes contigo la verdad divina que el mundo nunca podrá robarte. Los grandes patrimonios de la vida no pertenecen a las fuerzas de la tierra, sino a las del cielo. El hombre que dominase al mundo entero con su fuerza tendría que quebrar su espada sangrienta ante los derechos inflexibles de la muerte. Y más allá de esta vida, nadie te preguntará por las obligaciones que le tocan a Dios, sino sólo por el mundo interior que te pertenece a ti mismo bajo la amorosa vista de Nuestro Padre. ¿Qué diríamos de un rey justo y sabio que preguntase a únicamente uno de sus súbditos por la justicia y la sabiduría del reino entero? No obstante, es natural que el súbdito sea inquirido acerca de los trabajos que le fueron confiados en el plan general, siendo justo también que se le pregunte qué fue hecho con sus padres, con su compañera, con sus hijos y hermanos. ¿Andas así tan olvidadizo de esos problemas fáciles y simples? Acepta la lucha siempre que fueres juzgado digno de ella y no te olvides en todas las circunstancias que construir es siempre lo mejor.
Tadeo contempló al Maestro, tomado de profunda admiración. Sus esclarecimientos caían en su espíritu como gotas inmensas de una nueva luz, y le preguntó:
- Señor, vuestros razonamientos iluminan mi corazón; pero, ¿me habré equivocado exteriorizando mis sentimientos de piedad por los espíritus malhechores? ¿No debemos entonces convocarlos al buen camino?
- Toda excelente intención – respondió Jesús – será llevada en justa cuenta en el cielo, pero precisamos comprender que no se debe tentar a Dios. He aceptado la lucha como el Padre me la envía y he esclarecido que a cada día basta su trabajo. Nunca reuní el colegio de mis compañeros para provocar las manifestaciones de los que se complacen en las tinieblas; los reuní en todas las circunstancias y oportunidades suplicando para nuestro esfuerzo la sagrada inspiración del Todo Poderoso. El adversario es siempre un necesitado que comparece al banquete de nuestras alegrías y, por eso, aunque no lo haya convocado, invitando solamente a los afligidos, a los simples y a los de buena voluntad, nunca le cerré las puertas del corazón, encarando su manifestación como una oportunidad de trabajo de que Dios nos juzga dignos.
El apóstol, humil sonrió, saciado en su hambre de conocimiento, pero aún preocupado con la imposibilidad en que se veía de atender eficazmente a la víctima que lo procuraba, acrecentó:
- Señor, vuestras palabras son siempre sabias, entretanto ¿de qué necesitaré para alejar a las entidades de la sombra cuando su imperio se establezca en las alma?
- Volvemos así al principio de nuestras explicaciones – respondió Jesús a Tadeo - pues, para eso necesitas de la edificación del reino en el interior de tu espíritu, siendo este el objetivo de tu vida. Sólo la luz del amor divino es bastante fuerte para convertir un alma a la verdad. ¿Viste ya algún contendiente de la Tierra convencerse sinceramente tan sólo por la fuerza de las palabras del mundo? Las disertaciones filosóficas no constituyen toda la realización. Ellas pueden ser un fácil recurso de la indiferencia o una túnica brillante cubriendo necesidades penosas. El reino de Dios, sin embargo, es la divina edificación de la luz. Entiende que nadie puede ofrecer a otros aquello que aún no posee en el corazón. ¡Ve! Trabaja sin cesar por tu gran victoria. Cuida de ti mismo y ama a tu prójimo, sin olvidar que Dios cuida de todos.
Tadeo guardó las enseñanzas de Jesús para retirar de su substancia el más elevado provecho en el futuro.
Al día siguiente, deseando destacar frente a la comunidad de sus seguidores, la necesidad de que cada uno se entregue al esfuerzo silencioso por su propia edificación evangélica, el Maestro esclareció a sus sinceros apóstoles como se encuentra en la narración de Lucas: “Cuando el espíritu inmundo después de que sale del hombre, va recorriendo los desiertos buscando y no encontrando, dice: - voy a volver a la casa de donde he salido; y al llegar a ella la encuentra barrida y arreglada. Después se marcha y lleva consigo siete espíritus peores que él y penetra en la casa para fijar allí su morada; así la situación última de aquél hombre viene a ser peor que la anterior” (Lucas 11, 24-25).
Así, todos los oyentes de las predicaciones del lago comprendieron que no bastaba enseñar el camino de la verdad y del bien a los espíritus perturbados y malhechores; pues era indispensable que cada uno edificase la fortaleza luminosa y sagrada del reino de Dios dentro de sí mismo.
Tomado del libro “BUENA NUEVA” de FRANCISCO CÁNDIDO XAVIER (Médium Espírita) y HUMBERTO DE CAMPOS (Espíritu desencarnado).
Elaborado por: GILGARAL
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